jueves, 22 de noviembre de 2012

Les comparto un tesoro

Buscando unos documentos, encontré esta carta que para mi marido y para mí representa un verdadero tesoro. Una carta que por si misma vale una vida como padres. 

Hace más de seis años, cuando estábamos completando el proceso para poder adoptar a nuestra nena, tuve que buscar tres cartas de recomendación que nos avalaran como personas. Tenían que venir de tres adultos o de tres matrimonios, que pudieran adjuntar una identificación oficial a la famosa carta, que nos conocieran de mucho tiempo atrás y nos pudieran avalar como personas honorables, etc.

Junto con mi marido, repasamos a nuestros conocidos pensando en quién sería nuestra mejor opción. Una tarde veníamos en el coche hablando del tema, cuando nuestro hijo, que entonces tenía 13 años, nos dijo que él quería escribirnos una carta. Yo le expliqué que necesitábamos cartas de adultos, etc, y él ya no insistió. En la noche, encontramos sobre la mesa del comedor la carta que aquí les comparto. Ya imaginarán nuestra emoción. En el DIF, institución mexicana que se ocupa de los asuntos relacionados con la niñez y la familia, la carta causó sensación. Fue LA CARTA. Nos dijeron que no necesitaban más recomendación que la que nuestro propio hijo nos daba.

La leo y releo y vuelvo a emocionarme como el día que la encontramos en la mesa del comedor.
Yo quiero recomendar a mis papás porque son muy buenos papás. Siempre me han dado prioridad en todo, para ellos los hijos son lo más importante, tanto su educación como su salud. 
Ellos me quieren muchísimo, y ahora que vino Mónica, me di cuenta de que ellos la quieren muchísimo. Mis papás siempre se han desgastado por darme lo que necesito: educación, diversión, salud...
Son estrictos cuando se requiere, pero cuando no, son muy buena onda. A nosotros nos encantaría que Mónica viniera a vivir con nosotros, porque ya nos hemos encariñado con ella, y ella con nosotros.
Carlos

Hasta la fecha me sigo preguntando qué entendía mi hijo por desgastarse!!



martes, 20 de noviembre de 2012

El amor incondicional

En la mayoría de los casos, nuestros hijos vivieron esa falta de amor al nacer, o en su primera infancia, y esa situación les ha dejado cicatrices muy profundas. Somos nosotros, los padres adoptivos, quienes les ayudaremos a aceptar y a asumir ese pasado doloroso, los guiaremos para iniciar este trabajo de duelo. Citando a Mónica Castañeda, hija adoptiva que actualmente trabaja el tema de la adopción: "Los expertos dicen, y estoy totalmente de acuerdo con ellos, que es de suma importancia ayudar a los niños a pasar por sus etapas de duelo, ya que no tienen la fuerza o entereza emocional para hacer este proceso por su propia cuenta. Si no reciben ayuda especializada y el apoyo de sus padres, podrían quedarse estancados en esta situación toda la vida".  
La mayor de las heridas -no haber sido amado por lo que uno era-
 no puede curarse sin el trabajo de duelo.

Alice Miller

Los seres humanos necesitamos alimento material y afectivo, cuidados y amor. Todo junto y en cantidades suficientes.

Con el alimento material y los cuidados sobrevivimos. Con el amor, vivimos.

Sin amor nuestro espíritu se marchita. Y, en grados de carencia afectiva extrema, es una certeza científica que el bebé muere.

Cuando el desamor no es extremo pero sí intenso, las consecuencias para el individuo pueden ser la inseguridad y desconfianza, el sinsentido, la obsesión, o la impulsividad, la tristeza, la depresión.

De ahí que necesitemos, sobre todo en el comienzo de la vida, un amor incondicional por parte de nuestros padres. Este tipo de amor implica, fundamentalmente, querer y aceptar al hijo por el simple hecho de serlo.

Cuando esto no sucede, el niño sufre. Entonces comienza una carrera imposible: la búsqueda del cariño de unos padres que no pueden darle algo vital, es decir, una mirada que confirme su existencia, un reconocimiento que potencie su capacidad, una aceptación que inyecte seguridad y confianza, un amor que infunda deseo de vivir, una aceptación que fortalezca la identidad. “Si no me quieren por lo que soy, entonces me querrán por lo que hago”, suele ser la apuesta.

Sin embargo, su empresa es imposible, porque no está en sus manos mover el deseo de sus padres. Este ha de nacer de ellos. Y si ellos no son capaces de amar sin condiciones, las consecuencias son tristes y lamentables para los hijos. 

Generalmente este tipo de niños se convierten en adultos que manifiestan un desarrollo emocional que no corresponde a su edad. Aún adultos dan la impresión de ser niños frágiles, desvalidos. Poseedores de una dependencia emocional dañina hacia las personas y hacia su entorno aún en detrimento de sí mismos.

Pueden ser personas muy eficientes y funcionales en lo operativo, en lo laboral, esferas en las que ponen todos sus afanes, a la que dedican toda su energía y en la que suelen obtener buenos resultados. Aunque dichos afanes y resultados no sean para satisfacción propia sino para que otros los reconozcan.

Suelen jugar el papel que los demás quieren que representen, pero sin permitirse expresar sus sentimientos, porque a esas alturas han perdido su relación con su verdadero ser, se han perdido a si mismos.

¿Cómo salir de dicho drama? ¿Cómo superar el no haber sido amado por lo que se era? No existen recetas. Pero sí guías. Encontrarse a sí mismo, identificar las motivaciones personales y recuperar la capacidad deseante que se traduzca en un plan de vida personal, es la clave.

Para conseguirlo, el epígrafe de este artículo nos da la llave: iniciar un duelo. ¿Cuál? El de reconocer y asumir el pasado. Lo cual implica aceptar que las cosas sucedieron así, que esos padres son los que tocaron, que no hubo oportunidad de escogerlos, que es todo lo que pudieron dar.

Se dice rápido y fácil. No siempre es así. Requiere tiempo, valor y, en ocasiones, apoyo terapéutico. El pasado no se puede cambiar. Lo que sí se puede hacer es resignificar dicho pasado, darle un sentido viable y posible. Para lo cual es necesario expresar los sentimientos, vivir un arrebato de tristeza, desilusión, enojo, impotencia, tal vez culpa.

Aceptar y asumir el pasado no significa someterse pasivamente a él. Significa tomarlo en las propias manos y convertirlo en otra cosa. Cambiar esa identidad frágil o fracturada o manchada o estereotipada, por una más poderosa, completa, integral. Se trata de realizar una metamorfosis con los propios recursos. Hacer de lo doloroso un recuerdo solamente.

Artículo de Gaudencio Rodríguez, Psicólogo y psicoterapeuta, miembro de la Red Estatal de Organismos a Favor de la Infancia del Estado de Guanajuato, México. 


lunes, 5 de noviembre de 2012

Hoy eres fiesta...

Hace 17 años murió mi papá, tenía una enfermedad terminal que en menos de un año se lo llevó. Su actitud frente a la muerte siempre fue muy abierta, a lo largo de esos meses tuvimos oportunidad de hablar mucho, de cerrar círculos, de repasar momentos alegres y tristes, de reírnos y de llorar, e incluso hasta de bromear frente a un acontecimiento que sabíamos que no tenía vuelta atrás. 

Unos cuantos días antes de morir, cuando ya veíamos que en cualquier momento perdería la conciencia, mamá nos reunió a todos y pudimos reírnos por última vez con él, abrazarnos y besarnos, agradecerle lo mucho que nos dio y decirle adiós. Después mamá le dijo "Ahora sí mi amor, cierra los ojos y déjate ir". Papá entró en coma y murió 4 días después.

Esta despedida es uno de mis grandes tesoros, un recuerdo que permanecerá grabado por siempre en mi corazón. Fue un acto de amor en el que la alegría y el agradecimiento imperaron por sobre la tristeza de perder a un gran esposo, padre y abuelo. Fiel reflejo de la familia en la que crecí, unidos en las buenas y en las malas, conservando el buen humor hasta en los peores momentos, hablando de todo de frente y sin tapujos. Una familia en la que los muy muy felices recuerdos nos han servido para enfrentar los momentos más duros, recuerdos que hacen que nuestros padres sean la ausencia más presente en nuestras vidas, recuerdos que son la base a partir de la cual los hijos hemos formado nuestras propias familias.  

Una tarde de domingo soleada y fría, en un cementerio lleno de flores, despedimos a papá. Yuca, mi hermano menor, leyó estas palabras que fue preparando mientras poco a poco nuestro padre se desprendía de este mundo y emprendía su último viaje. 

5 de noviembre de 1995
Papá:

Los que te queremos estamos hoy aquí reunidos para desearte un buen viaje, para decirte como lo hicimos antes, que vivir cerca de ti fue maravilloso.
Desde hace cinco años, con tu primer enfrentamiento a la muerte, y hasta hoy, nos has dado la más definitiva lección de vida: la de vivir intensamente cada minuto, amando a la vida y todo lo que de ella viene.

Hoy te has transformado en esas pequeñas formas de vida que diariamente nos regalabas: hoy eres música, esa música que tú nos enseñaste a amar y a utilizar como alimento del espíritu; hoy eres la entrega con la que transitaste por este mundo, la entrega que caracterizó todas las relaciones de tu vida; hoy para nosotros eres medicina, medicina que consolará y apoyará nuestros corazones en momentos difíciles y de felicidad; hoy eres la magia de vivir cada día, la magia de soñar y luchar por esos sueños, la magia de saber y la magia de sentir que nos estás escuchando.

Hoy eres paz, la paz con la que te vimos enfrentar este definitivo viaje, la paz de la bondad, la paz del desprendimiento. Hoy también eres fiesta, porque tú nos enseñaste que la vida es un evento que debe festejarse todos los días.

Hoy también eres un gran compromiso, el compromiso de ser grandes y buenos para pagarle a Dios, al destino y a la vida el haber tenido un esposo y padre como tú.
Nos quedamos llenos de cosas tuyas para compartir y cosas nuestras para compartir contigo. Nos quedamos llenos de ti.

Hoy los que te queremos estamos aquí reunidos para desearte buen viaje y para decirte lo intenso y maravilloso que ha sido y será haber compartido contigo la magia de vivir.

Gracias por todo.
Tu esposa Alejandra y tus hijos
Yuca
Como bien nos enseñaste con tu ejemplo, la vida es un evento que debe festejarse todos los días,Y HOY EN MI VIDA TU RECUERDO ES FIESTA, GRACIAS PAPÁ!!
Una de mis fotos favoritas con papá. 
Su mano temblorosa apretaba con fuerza la mía, transmitiéndome sus nervios, su nostalgia y su alegría mientras caminábamos juntos hacia el hombre que estaba a punto de convertirse en mi marido.

viernes, 2 de noviembre de 2012

Día de Muertos en México


La muerte en México es fiesta, risa, azúcar, cempasúchil -esa flor amarilla que cubre el campo en noviembre-, veladoras y ofrendas. Y no sólo en México. La calavera, símbolo de la muerte, cubre toda la arqueología de Mesoamérica; la muerte es parte de la vida cotidiana, aparece en el uso diario, en platos, ollas, vasijas, braseros, metates, copales; la muerte no espanta, al contrario, nos recuerda que todo pasa, que todo lo terrestre se acaba, y que llevamos dentro un esqueleto.
             Elena Poniatowska - Día de Muertos
El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico, que honra a los difuntos el 2 de noviembre y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. En 2003, la UNESCO distinguió a esta festividad indígena como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, por considerar que esta festividad es “una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país”.

En México es una celebración mística, única, que se convierte en toda una liturgia popular prehispánica, enriquecida con la cultura religiosa occidental actual, convirtiéndola, simbióticamente en una fiesta, más que de tristeza, de alegría, porque en este día, los muertos regresan a convivir con sus seres queridos vivos.

Según la creencia de la civilización mexicana antigua, cuando el individuo muere su espíritu continúa viviendo en Mictlán, lugar de residencia de las almas que han dejado la vida terrenal. Dioses benevolentes crearon este reciento ideal que nada tiene de tenebroso y es más bien tranquilo y agradable, donde las almas reposan plácidamente hasta el día, designado por la costumbre, en que retornan a sus antiguos hogares para visitar a sus parientes. Aunque durante esa visita no se ven entre si, mutuamente ellos se sienten.
El calendario ritual señala dos ocasiones para la llegada de los muertos. Cada una de ellas es una fiesta de alegría y evocación. Llanto o dolor no existen, pues no es motivo de tristeza la visita cordial de los difuntos. La exagerada hospitalidad de los mexicanos es proverbial. Ésta se manifiesta a la menor provocación, aún más si los visitantes son sus parientes ya fallecidos. Hay que deleitarlos y dejarlos satisfechos con todo aquello que es de su mayor agrado, de ahí surgen los hermosos altares.
Los altares se adornan con papel picado para dar un ambiente festivo y colorido y cadenas de papel morado y amarillo, que significan la unión entre la vida y la muerte. Las flores dan la bienvenida a las almas, blancas representando el cielo, amarillas la tierra y moradas por el luto. Las velas son la luz que debe guiar a las ánimas en su camino. Se quema copal para simbolizar el paso de la vida a la muerte.

Las calaveras de azúcar vienen de una costumbre índigena que hace alusión a la muerte.  El agua significa vida y energía para el camino, se coloca en recipientes de vidrio transparente. Se pone una fotografía de la persona a quien se va a dedicar el altar y sus platillos favoritos, y también se puede poner algún licor invitando al alma a que recuerde los grandes acontecimientos agradables durante su vida y decida visitar a los vivos.
Se añade un Cristo para que haya bendiciones y una cruz de cal o cuatro velas simbolizando los cuatro puntos cardinales para que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa. Una cruz de ceniza por si el ánima se encuentra en el purgatorio, ayudándole a salir de ahí para continuar su viaje. La sal evita que el cuerpo se corrompa y se pone una vara para liberar al muerto del demonio y los malos espíritus.

Si el altar se realizó en el cementerio, las personas velan durante la noche en la tumba esperando que el espíritu de su muerto baje y disfrute de su ofrenda.

Actualmente, las costumbres extranjeras difundidas en el mundo entero, tan comerciales, amenazan con acabar con esta mística tradición mexicana, al menos en las urbes, porque en los pequeños poblados esta tradición está muy arraigada. Muchos desconocemos el significado de los elementos que conforman la ofrenda, de hecho para escribir esta entrada tuve que investigarlos, pero me parece que vale la pena inculcar a nuestros hijos estas tradiciones tan nuestras y podemos pasar un maravilloso rato con ellos investigando los significados, la historia, yendo a visitar ofrendas, etc. 

En el cole de Moni siempre se han preocupado por preservar las tradiciones y año tras año arman su altar de muertos. Los papás somos invitados a visitarlo, los niños de la clase encargada de armar el altar ese año ofrecen una explicación sobre los elementos y el altar siempre se dedica a alguna persona importante para el colegio o algún mexicano ejemplar que haya muerto ese año. Esta vez el altar estuvo dedicado a Carlos Fuentes. 

Aquí les dejo una foto del altar del cole.