lunes, 18 de junio de 2012

Madre ¿hay una sola?

A través del blog de Patri, acabo de conocer el blog de María, Camino al reencuentro. Me ha gustado mucho lo que hasta hora le leído, me gusta su planteamiento, su naturalidad para expresar sus sentimientos, la manera en la que ha ido evolucionando!! En fin, me gustó, me tiene atrapada!! Hoy les comparto esta entrada acerca de las madres. Gracias María por dejarme compartirla!! 

http://caminoalreencuentro.blogspot.mx/

Madre, ¿hay una sola?

Depende de qué entendamos por madre. En general, por madre se entiende una mujer que engendra un hijo o hija, l@ lleva nueve meses en su vientre, comparte con él o con ella su sangre, sus genes, su alimento, en total simbiosis hasta el nacimiento, ese momento en que tiene que expulsarl@ de ese limbo para que siga creciendo y desarrollándose como persona independiente. Y ahí empieza ese gran desafío que persigue a una madre toda la vida: amar y educar a esa criatura para que un día se aleje, avanzar hacia una meta que, en el fondo, sabe que le dolerá pero, al igual que el parto físico del comienzo, será un dolor dulce. Y a partir del nacimiento entonces, madre es la que alimenta, cuida, acaricia, abraza, besa rodillas raspadas, hace avioncitos con la papilla o la manzana rallada, inventa cuentos, seca lágrimas, se ríe a carcajadas, pone remiendos en los cuadernos y en las rodillas de los pantalones, pero sobre todo en los moretones del alma, repite hasta el cansancio "lavate los dientes, hacé los deberes, andá a bañarte, te vas a la cama ya" y muchas, muchas veces "no, no, no, no, no". Madre es la que te da el empujoncito cuando flaqueás, la que te exige cuando sabe que podés más, la que te reta cuando ve que no te hacés respetar, que te rodeás de gente que no te respeta, cuando desperdiciás tu talento. Madre es la que te "hace gamba", la que te hace compañía mientras estudiás para un final, la que te pone un café al lado, en silencio, la que te alienta a que te presentes a la entrevista, la que viene a darte una mano y te limpia el departamento cuando el trabajo te desborda, la que tiene a tu bebé en brazos cuando ya no das más, la que te entretiene a los chicos para que puedas salir, la que te escucha, la que está...siempre...

La inmensa mayoría de la gente tiene la dicha de encontrar todo eso en una misma persona. Y por eso, dice sin temor a equivocarse que madre hay una sola. Otros tenemos otra experiencia. Algunos tenemos más de una madre. También somos dichosos, porque tuvimos y tenemos todo eso, sólo que no en una misma persona física. Yo, por ejemplo, tuve (y quizás todavía tengo) dos. De la primera, sé poco y nada. Sé que no me buscó, que de algún modo llegué a su vida en un momento inoportuno. Pero aún así, siguió adelante con el embarazo. Me llevó en su vientre, compartió conmigo genes, sangre, alimento, estados de ánimo, quién sabe cuántas cosas más. Llegado el momento, me dio a luz, me dejó en buenas manos, y se fue para siempre. Quizás nunca sabré por qué.  Quizás nunca vuelva a verla. Quizás nunca sepa siquiera su nombre. Quizás nunca llegue a decirle que no le guardo rencor y que me gustaría que me contara su historia y ese punto en que su historia se cruzó con la mía. Dios dirá.

Apenas dos días después de nacida, un 16 de octubre, como hoy, llegó a mi vida mi segunda madre, mi mamá, mi vieja, ella, la única e incomparable. Le dijeron que yo sólo pesaba 2, 2 kilos, que era muy frágil, que el menor resfrío podía ser fatal. Le preguntaron que si se animaba a ser mi mamá. Y la muy inconsciente dijo que sí, medio distraída como estaba acomodándome la mamadera y poniéndome la ropa que me había elegido. Así fue como me llevó de mi Bahía Blanca natal hasta el pueblo que sería mi pueblo natal por adopción, o algo así, y durante un mes no se apartó de mí ni dejó que nadie más se acercara, así de exagerada, como siempre. Y después, hizo todo eso que una madre hace y más. Vinieron la manzana rallada y los cuentos del carnero Pedro y la ovejita Mariana; las conversaciones con personajes imaginarios; horas y horas de hamacas y toboganes y subibajas; y medialunas de chocolate y alfajores de maicena y arroz con leche y flan casero; y hombro donde llorar y falda donde sentarme; y la leche siempre lista a la vuelta de la escuela, y el oído atento. Su presencia, siempre. En las buenas, en las regulares y, sobre todo, en las malas. Y el tejido y la charla mientras yo estudiaba (hay veces que pienso que ese entrenamiento de hacer los deberes en la cocina charlando con ella me preparó para mi profesión de intérprete, por aquello de saber hablar y escuchar y pensar al mismo tiempo...). Y sus misiones a Buenos Aires cuando la precisaba. Y ese saber estar ahí siempre sin invadirme. Y su alegría, su sentido del humor, la capacidad para rearmarse y reinventarse. Y el cariño multiplicado hacia sus nietos, mis retoños. Y ese empujarme siempre para que llegue a donde yo quisiera, porque vaya persiguiendo el sueño hasta donde me llevara, aunque ese lugar quedara lejos, muy lejos de casa.

Y hoy que estoy tan lejos físicamente, veo más claro. Y veo que sí, que madre hay una sola, aunque venga repartida en más de una persona.

2 comentarios:

  1. Muy lindo, chiquita... Gracias por compartirlo...
    Un fuerte abrazo desde el otro lado del charco!

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  2. Gracias Lady!! Fuerte abrazo para ti también, cómo van esos síntomas??

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