viernes, 2 de noviembre de 2012

Día de Muertos en México


La muerte en México es fiesta, risa, azúcar, cempasúchil -esa flor amarilla que cubre el campo en noviembre-, veladoras y ofrendas. Y no sólo en México. La calavera, símbolo de la muerte, cubre toda la arqueología de Mesoamérica; la muerte es parte de la vida cotidiana, aparece en el uso diario, en platos, ollas, vasijas, braseros, metates, copales; la muerte no espanta, al contrario, nos recuerda que todo pasa, que todo lo terrestre se acaba, y que llevamos dentro un esqueleto.
             Elena Poniatowska - Día de Muertos
El Día de Muertos es una celebración mexicana de origen prehispánico, que honra a los difuntos el 2 de noviembre y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos. En 2003, la UNESCO distinguió a esta festividad indígena como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, por considerar que esta festividad es “una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones culturales más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del país”.

En México es una celebración mística, única, que se convierte en toda una liturgia popular prehispánica, enriquecida con la cultura religiosa occidental actual, convirtiéndola, simbióticamente en una fiesta, más que de tristeza, de alegría, porque en este día, los muertos regresan a convivir con sus seres queridos vivos.

Según la creencia de la civilización mexicana antigua, cuando el individuo muere su espíritu continúa viviendo en Mictlán, lugar de residencia de las almas que han dejado la vida terrenal. Dioses benevolentes crearon este reciento ideal que nada tiene de tenebroso y es más bien tranquilo y agradable, donde las almas reposan plácidamente hasta el día, designado por la costumbre, en que retornan a sus antiguos hogares para visitar a sus parientes. Aunque durante esa visita no se ven entre si, mutuamente ellos se sienten.
El calendario ritual señala dos ocasiones para la llegada de los muertos. Cada una de ellas es una fiesta de alegría y evocación. Llanto o dolor no existen, pues no es motivo de tristeza la visita cordial de los difuntos. La exagerada hospitalidad de los mexicanos es proverbial. Ésta se manifiesta a la menor provocación, aún más si los visitantes son sus parientes ya fallecidos. Hay que deleitarlos y dejarlos satisfechos con todo aquello que es de su mayor agrado, de ahí surgen los hermosos altares.
Los altares se adornan con papel picado para dar un ambiente festivo y colorido y cadenas de papel morado y amarillo, que significan la unión entre la vida y la muerte. Las flores dan la bienvenida a las almas, blancas representando el cielo, amarillas la tierra y moradas por el luto. Las velas son la luz que debe guiar a las ánimas en su camino. Se quema copal para simbolizar el paso de la vida a la muerte.

Las calaveras de azúcar vienen de una costumbre índigena que hace alusión a la muerte.  El agua significa vida y energía para el camino, se coloca en recipientes de vidrio transparente. Se pone una fotografía de la persona a quien se va a dedicar el altar y sus platillos favoritos, y también se puede poner algún licor invitando al alma a que recuerde los grandes acontecimientos agradables durante su vida y decida visitar a los vivos.
Se añade un Cristo para que haya bendiciones y una cruz de cal o cuatro velas simbolizando los cuatro puntos cardinales para que el ánima pueda orientarse hasta encontrar su camino y su casa. Una cruz de ceniza por si el ánima se encuentra en el purgatorio, ayudándole a salir de ahí para continuar su viaje. La sal evita que el cuerpo se corrompa y se pone una vara para liberar al muerto del demonio y los malos espíritus.

Si el altar se realizó en el cementerio, las personas velan durante la noche en la tumba esperando que el espíritu de su muerto baje y disfrute de su ofrenda.

Actualmente, las costumbres extranjeras difundidas en el mundo entero, tan comerciales, amenazan con acabar con esta mística tradición mexicana, al menos en las urbes, porque en los pequeños poblados esta tradición está muy arraigada. Muchos desconocemos el significado de los elementos que conforman la ofrenda, de hecho para escribir esta entrada tuve que investigarlos, pero me parece que vale la pena inculcar a nuestros hijos estas tradiciones tan nuestras y podemos pasar un maravilloso rato con ellos investigando los significados, la historia, yendo a visitar ofrendas, etc. 

En el cole de Moni siempre se han preocupado por preservar las tradiciones y año tras año arman su altar de muertos. Los papás somos invitados a visitarlo, los niños de la clase encargada de armar el altar ese año ofrecen una explicación sobre los elementos y el altar siempre se dedica a alguna persona importante para el colegio o algún mexicano ejemplar que haya muerto ese año. Esta vez el altar estuvo dedicado a Carlos Fuentes. 

Aquí les dejo una foto del altar del cole. 

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