martes, 20 de noviembre de 2012

El amor incondicional

En la mayoría de los casos, nuestros hijos vivieron esa falta de amor al nacer, o en su primera infancia, y esa situación les ha dejado cicatrices muy profundas. Somos nosotros, los padres adoptivos, quienes les ayudaremos a aceptar y a asumir ese pasado doloroso, los guiaremos para iniciar este trabajo de duelo. Citando a Mónica Castañeda, hija adoptiva que actualmente trabaja el tema de la adopción: "Los expertos dicen, y estoy totalmente de acuerdo con ellos, que es de suma importancia ayudar a los niños a pasar por sus etapas de duelo, ya que no tienen la fuerza o entereza emocional para hacer este proceso por su propia cuenta. Si no reciben ayuda especializada y el apoyo de sus padres, podrían quedarse estancados en esta situación toda la vida".  
La mayor de las heridas -no haber sido amado por lo que uno era-
 no puede curarse sin el trabajo de duelo.

Alice Miller

Los seres humanos necesitamos alimento material y afectivo, cuidados y amor. Todo junto y en cantidades suficientes.

Con el alimento material y los cuidados sobrevivimos. Con el amor, vivimos.

Sin amor nuestro espíritu se marchita. Y, en grados de carencia afectiva extrema, es una certeza científica que el bebé muere.

Cuando el desamor no es extremo pero sí intenso, las consecuencias para el individuo pueden ser la inseguridad y desconfianza, el sinsentido, la obsesión, o la impulsividad, la tristeza, la depresión.

De ahí que necesitemos, sobre todo en el comienzo de la vida, un amor incondicional por parte de nuestros padres. Este tipo de amor implica, fundamentalmente, querer y aceptar al hijo por el simple hecho de serlo.

Cuando esto no sucede, el niño sufre. Entonces comienza una carrera imposible: la búsqueda del cariño de unos padres que no pueden darle algo vital, es decir, una mirada que confirme su existencia, un reconocimiento que potencie su capacidad, una aceptación que inyecte seguridad y confianza, un amor que infunda deseo de vivir, una aceptación que fortalezca la identidad. “Si no me quieren por lo que soy, entonces me querrán por lo que hago”, suele ser la apuesta.

Sin embargo, su empresa es imposible, porque no está en sus manos mover el deseo de sus padres. Este ha de nacer de ellos. Y si ellos no son capaces de amar sin condiciones, las consecuencias son tristes y lamentables para los hijos. 

Generalmente este tipo de niños se convierten en adultos que manifiestan un desarrollo emocional que no corresponde a su edad. Aún adultos dan la impresión de ser niños frágiles, desvalidos. Poseedores de una dependencia emocional dañina hacia las personas y hacia su entorno aún en detrimento de sí mismos.

Pueden ser personas muy eficientes y funcionales en lo operativo, en lo laboral, esferas en las que ponen todos sus afanes, a la que dedican toda su energía y en la que suelen obtener buenos resultados. Aunque dichos afanes y resultados no sean para satisfacción propia sino para que otros los reconozcan.

Suelen jugar el papel que los demás quieren que representen, pero sin permitirse expresar sus sentimientos, porque a esas alturas han perdido su relación con su verdadero ser, se han perdido a si mismos.

¿Cómo salir de dicho drama? ¿Cómo superar el no haber sido amado por lo que se era? No existen recetas. Pero sí guías. Encontrarse a sí mismo, identificar las motivaciones personales y recuperar la capacidad deseante que se traduzca en un plan de vida personal, es la clave.

Para conseguirlo, el epígrafe de este artículo nos da la llave: iniciar un duelo. ¿Cuál? El de reconocer y asumir el pasado. Lo cual implica aceptar que las cosas sucedieron así, que esos padres son los que tocaron, que no hubo oportunidad de escogerlos, que es todo lo que pudieron dar.

Se dice rápido y fácil. No siempre es así. Requiere tiempo, valor y, en ocasiones, apoyo terapéutico. El pasado no se puede cambiar. Lo que sí se puede hacer es resignificar dicho pasado, darle un sentido viable y posible. Para lo cual es necesario expresar los sentimientos, vivir un arrebato de tristeza, desilusión, enojo, impotencia, tal vez culpa.

Aceptar y asumir el pasado no significa someterse pasivamente a él. Significa tomarlo en las propias manos y convertirlo en otra cosa. Cambiar esa identidad frágil o fracturada o manchada o estereotipada, por una más poderosa, completa, integral. Se trata de realizar una metamorfosis con los propios recursos. Hacer de lo doloroso un recuerdo solamente.

Artículo de Gaudencio Rodríguez, Psicólogo y psicoterapeuta, miembro de la Red Estatal de Organismos a Favor de la Infancia del Estado de Guanajuato, México. 


2 comentarios:

  1. Me ha parecido muy interesante tu entrada. El duelo que se es necesario, no se como afrontarlo o qué hacer... ¿ayuda externa? quizás sea lo mejor. Yo no he resuelto algunos de mis duelos...¿cómo voy a guiar a mi hija?
    Pero lo que si tengo claro es que nuestras hijas no serán frágiles, ni vulnerables porque las vamos a cuidar y ayudar a que ralicen su proceso. Esta afirmación me la digo todos los días. Mi hija saldrá adelante y será libre para elegir su vida sin ataduras del pasado.
    Gracias por tu entrada.

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  2. Yo, como siempre, la eterna optimista y positiva.

    Pienso que, en primer lugar, nuestras hijas tienen nuestro amor incondicional que curará muchas de sus heridas. En segundo lugar, estamos conscientes que nuestros hijos deben trabajar su duelo, y aquí estamos para ayudarles, preparándonos, informándonos, siempre buscando y compartiendo experiencias con otros padres.

    Un muy buen ejemplo, me parece a mí, de cómo ayudarles lo das tú en tu entrada sobre el diario de emociones, que te pido tu autorización para compartirla en mi blog,. Creo que es una herramienta buenísima para ayudarles a expresar sus emociones y sentimientos. Estoy por empezarlo con mi hija, hoy tenemos terapia emocional y veré con su terapeuta cómo hacerlo y si ella cree necesario hacer seguimiento profesional. Mi hija le tiene muchìsima confianza a su terapeuta y cuando algo le angustia siempre pide hablar con ella. Si pienso que es bueno recurrir a la ayuda externa pues por un lado son profesionales y saben por dónde ir, y por otro, no están involucrados sentimentalmente como nosotros.

    Estoy contigo, nuestras hijas no serán frágiles ni vulnerables, aquí estamos para ayudarlas a trabajar su pasado.

    Gracias por pasar!!

    Un abrazo.

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